-Discurso de Pablo Orcelet, presidente del Centro de Veteranos de Guerra de Nuestra ciudad, en el acto realizado hoy con motivo del 36° aniversario de la guerra de Malvinas, en el Paseo en su honor-
Hace pocos días, el 24 de marzo, como hace muchos 24 de marzo, acompañamos a los familiares de los desaparecidos de Marcos Paz a otra necesaria y contundente acción civil para el ejercicio de la memoria. Hoy en el día del Veterano y los caídos en la guerra de Malvinas recordamos con honor y homenajeamos a nuestros hermanos de Marcos Paz, José Romero caído en el hundimiento del ARA Belgrano y los que nos dejaron en la posguerra Barrera, Benitez y Hourquebie.
Estas dos fechas siempre estarán hermanadas no solo porque grafican la época oscura en las que sucedieron, sino también porque sirven para establecer claramente que el conocimiento del pasado, el debate sobre los hechos del pasado son fundamentales para no repetir la historia. Cierta historia que nos separa como nación, como pueblo, y que nos coloca en la situación endeble de sucumbir ante el abuso, el autoritarismo y la utilización política. Hace años desde aquí venimos comentando la tergiversación de la historia o sea la interpretación de los hechos por parte de quienes la contaron (siempre por puro interés clasista) Es así que pocos de nuestros héroes son intocables, a pesar de haber sufrido el descrédito de algunos historiadores, como San Martín, Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes y algunos pocos otros. Casi todos los demás son apenas convidados en la historia con un gran manto de mentiras. Para esto tuvieron que contar con la complicidad de quienes escribían, o mejor dicho, con la complicidad de quienes tenían el poder para escribir y contar los hechos.
En el oscuro tiempo de la última dictadura cívico militar, la manera de contar la historia se hacía a través de la intervención de los medios de comunicación, tanto escritos, como radiales o televisivos. Contando con la complicidad de los nuevos socios, que eran estos medios, para desinformar a la población y hacernos creer, por ejemplo, que durante un mundial de fútbol éramos derechos y humanos mientras ese gobierno mataba, desaparecía o torturaba a 30.000 personas, haciéndonos grabar en la mente la frase "no te metás" o "algo habrán hecho" y a tal punto mentían que nos hicieron creer que íbamos ganando una guerra contra la tercera potencia mundial de entonces apoyada por la primera potencia mundial. Ésta última mentira les duró el tiempo que nuestros héroes lucharon, resistieron y murieron en el aire, el agua y la turba de Malvinas.
Actualmente la historia se distorsiona, se cuenta con la complicidad de los mismos medios de comunicación, con muchísimo más poder que antes, tanto que ya no sabemos si son socios de los actuales gobernantes como en la dictadura o ahora algunos gobernantes, además de haber sido siguen siendo sus empleados. Muchos medios ocultan los hechos, muestran una sola versión, muchos medios deforman a su antojo la información, hablan de darle la prisión domiciliaria a un viejito y enfermo Astiz, y omiten referirse a él como un condenado a varias cadenas perpetuas en distintos juicios por delitos de lesa humanidad y muchas veces éstos medios dan la información a cuenta gotas según convenga, como en el caso de nuestros muertos en el ARA San Juan.
Este acto de hoy, es otra acción civil que nos permite hacer uso de nuestro derecho a no olvidar y ponernos a salvo de los intereses que nos proponen ser un pueblo de memoria chata o sin memoria alguna.
Como Institución, siempre les propusimos hacer uso de nuestro derecho a recordar, a hacer memoria, a rescatar del olvido la historia. Siempre les propusimos entonces la necesidad del debate, de la discusión constructiva. Pero hoy, les vamos a proponer escucharnos sobre algo mucho más íntimo
Desde un día como hoy, hace ya 36 años, y a través de los casi tres meses que duró la guerra de Malvinas, los ex combatientes recorrimos un camino que cambió el curso de nuestras vidas. Cuando el 14 de junio se declaró la rendición de las tropas argentinas, creímos que se había acabado el infierno.
En realidad, había terminado un infierno y empezaba otro.
El que terminó nos permitió el regreso a nuestras casas de barro enmascaradas de fiesta y también de incertidumbre.
El reencuentro con el amor, con todos y todo lo que amamos, es un recuerdo maravilloso.
Reconocerse en ése ámbito familiar fue el comienzo del otro infierno.
Los silencios, los sobresaltos, las noches de insomnio y la necesidad de estar solo fueron un presagio.
Los colores se habían desteñido y los sabores eran una vorágine informe que había que deglutir desenfrenadamente.
La casa, el barrio, la avenida y el boulevard se habían puesto de reverso, como si dieras vuelta el pulóver y nunca encontraras la parte de adelante.
Tardamos algún tiempo en entender que los que estábamos distintos éramos nosotros.
Para algunos la moto era un anhelo imposible aún, porque teníamos edad para tomar un fusil y matar gente, pero la ley no nos permitía ser dueños de nada hasta la mayoría de edad. La ley. Esa idea confusa que a ésa altura nos generaba múltiples sospechas e incontables dudas.
Hoy pensamos que uno jamás vuelve del todo. De hecho, hay muchos que están volviendo. Otros, en cambio, siguen varados allá.
Cuando nos encontramos sumergidos en lo profundo de una pesadilla o cuando el recuerdo es tan intenso que se transforma en realidad, sentimos que hay alguna parte de nosotros que no puede terminar de volver.
Con los años, algunos hemos aprendido a urdir la magia para anular el maleficio. Nos basta con recordar el rostro de alguno de nuestros hijos para saber, con toda certeza, que estamos de vuelta...
La nuestra es una historia de vida, no de muerte. Puede parecer raro asociar la guerra con la vida. Pero nosotros sentimos que volvimos a nacer, y que esa nueva oportunidad o esa nueva vida, nos compromete a disfrutarla con la dignidad y la honorabilidad que se merecen aquéllos que no pudieron aferrarse a ella.
Muchas gracias.